Buscamos mapas para llegar a un tesoro que está debajo de nuestras narices. Nos paramos encima de él sin darnos cuenta y desde ahí abrimos la puerta: salimos a buscar respuestas afuera, en el contexto, en los especialistas, en los manuales. Y no está mal. Solo que la mayoría de las veces lo hacemos sin pensar bien las preguntas y sin haberlas hecho antes adentro. ¿Por qué? Porque incomodan.
Las preguntas inteligentes, bien hechas, hincan. El dolor es preciso y agudo. Por eso queda más cómodo abrir la puerta, dar el primer paso y salir a buscar afuera. Sin embargo, me lo repito cuando entiendo que la brújula me está llevando por cualquier camino: lo que vale está adentro.
Y esto aplica para todos los campos de la comunicación humana donde me toca y me ha tocado trabajar: comunicación interna y clima laboral, marketing, liderazgo, oratoria y gestión de emociones, e incluso, en la comunicación con mis hijos. Casi como un mantra, lo repito: lo que vale está adentro, salir sin eso al mundo, es salir desnudos.