El costoso precio de hablar puede dejarnos en un silencio vacío de sentido donde el miedo nos acostumbra al mutismo. Sin un trazo que marque las líneas que son límites que definen el camino propio y que separan el mío de los ajenos. Desaparecen las marcas que nos orientan y que son esas señales que nos dicen la manera de transitar. El silencio es la oscuridad que aturde con el eco de la palabra interrumpida.