La comunicación trastabilla cuando necesita vacaciones

Trastabillar recurrentemente en la comunicación es un indicio de que se necesita un descanso. La comunicación también sale de vacaciones.

Estamos buscando la manera justa de decir, en el qué y en el cómo, de forma permanente. Estamos emitiendo y recibiendo mensajes todo el tiempo, es imposible no comunicar.

Hay dos niveles de comunicación: público y privado.  Nos comunicamos de forma pública, es decir, con otros. Nos comunicamos de forma privada, es decir, las autoconversaciones. A veces, muchas veces, esa conversación se cruza, se superpone, hacen interferencia. Pufff… ¡Qué agotamiento! Necesitamos un descanso.

Es como irse a una esquina del ring, es como tirarse a la pileta o al río y fluir con el cuerpo por debajo del agua. Es esa necesidad de meterse un rato para adentro.

Y cuando eso pasa, cuando nos metemos a la cueva por un rato, a refugiarnos en silencio, también nos comunicamos con nosotros mismos. Queda nuestra voz. Esa es una posibilidad. Rumiar sobre el afuera. No sirve estar adentro pensando en el afuera. También creo que es posible callar esa voz por un rato, solo un rato. En ese tránsito previo al sueño profundo donde, además, nos hablará el inconsciente.

Estoy escribiendo y lo hago para jugar, para expresar este tormento de palabras e ideas, pensamientos y sensaciones que no se acalla, que no se calla.

Entonces antes de caer rendida ante la verdad cruda e inteligente del inconsciente, elijo respirar. Y me pregunto: ¿acaso la comunicación está necesitando tomarse unas vacaciones? Sí, claro.

De vuelta: trastabillar recurrentemente en la comunicación es un indicio de que se necesita un descanso. La comunicación también toma recesos y no son estacionales ni programados. Y no hace falta “aguantar” hasta los quince días que me tocan al año. Y no hace falta “esperar” hasta poder irme lejos y en soledad. Es acá, en este minuto. Es acá, en esta esquina.

Alejarse por un ratito de la comunicación cuando el cuerpo o la mente lo diga, hace falta. No está mal. No hay nadie mejor que uno mismo para marcarnos ese camino, somos la brújula. No esperemos explotar, no esperemos hasta el cansancio y dejemos de esperar donde no tenemos que hacerlo. Hay que elegir las batallas, hay que elegir dónde sí y dónde no. Hay que elegir el juego para disfrutarlo de verdad y así, durante un rato, la comunicación también se parece a unas vacaciones. Y cuando realmente necesitemos retirarnos, el norte está adentro. Sigámoslo para dejar de trastabillar.

Luisa Maria Ahumada

Escritora. Comunicadora. Profesora. Mamá. Obras publicadas: Ciclotimias (poesía). 400 Días, Relaciones en tiempos modernos (novela), Habla Conmigo (cuentos). Palabra de mamá, sin etiquetas que limiten (ensayo). Además, participa en diferentes antologías, revistas y otros medios de comunicación.

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