Hablar del miedo sin miedo. Con él como acompañante, al costado, convirtiéndolo en un aliado. Que no sea un enemigo, que no sea un obstáculo, que no sea silenciado. El miedo habla y hablar del miedo ayuda a regularlo.
Esta es una obvia conclusión de difícil aplicación. De eso que es fácil de decir, aunque un tanto difícil de aplicar. Esta es una conclusión a la que llego después de escuchar a participantes de los talleres de oratoria y de escritura, de conversar con mis hijos y de prestarme un poquito de atención de vez en cuando.
Hay que encontrar la punta de la madeja y tirar…
