¿Quién va a decirlo por mí?
Si nos quedamos esperando a que otros hablen por nosotros como si fuésemos un yo infantil, sospecho que nadie dirá el “qué” mejor que uno mismo. En la genuina intención de comunicar hallaremos la estrategia, el “cómo”.
Ya no podemos ser infantes tímidos a la espera de que otros hablen por nosotros. Hablar bien hace bien.