Escucha afectiva

Mis hijos tienen una relación especial con mis orejas, las necesitan. Hace unas semanas el más grande me preguntó si tenían huesos y empezamos a hablar de eso. En algún momento, mencioné “cartílago” que, a mi parecer, es de esas palabras raras.
Ayer me tiré con él en el sillón para tomarle la fiebre y me agarró la oreja. Empezó a tocarla y a decir muchas oraciones, frases y construcciones lingüísticas que yo no terminaba de interpretar. Dejé el termómetro, puse más atención, fui siguiendo la conversación. Como no le salía la pregunta “Mami, ¿qué palabra dijiste el otro día cuando hablamos de la oreja?”, fue buscando otra manera de decírmelo. Y yo, después de un buen rato de negociar con la frustración del no entendimiento, caí en la cuenta de lo que me hablaba. Recordé. “Cartílago, hijo”. Y dimos en la tecla, y sentimos esa magia única que es coincidir en la comunicación. Las palabras están ahí.

Nota de autora: para otro mensaje dejo la escena del día en el que el más chico me dijo “¿Qué es dar en la tecla?”, será una reflexión sobre el lenguaje y sus recovecos.

Luisa Maria Ahumada

Escritora. Comunicadora. Profesora. Mamá. Obras publicadas: Ciclotimias (poesía). 400 Días, Relaciones en tiempos modernos (novela), Habla Conmigo (cuentos). Palabra de mamá, sin etiquetas que limiten (ensayo). Además, participa en diferentes antologías, revistas y otros medios de comunicación.

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