El silencio forzado, el que no se decide, el que nos hace cautivos antes que libres es el que nos eclipsa:
- Cuando no encontramos las palabras para referirnos a un tema o a una sensación.
- Cuando desconocemos la forma de decir (por ejemplo en otro idioma o en los modismo de un grupo).
- Cuando una emoción maneja la comunicación.
Ese silencio interpela, habla. Huir de él puede ser el camino del fracaso.
Nadie va a decirlo por mí. Hablar. Creemos en la palabra y se crea un mundo. Comunicar. Hay un origen en ese silencio incómodo.