Mi cuerpo ambivalente se debate entre la memoria y el futuro, entre aquello que conoce y reconoce, busca ese destino.
Si me pienso como una semilla que fui tirada a este mundo, necesito tierra fértil, agua y luz para crecer. Quedaré enredada en las raíces originarias, las primeras, si bajo tierra me regocija el miedo o la comodidad. Necesito cortar el cordón umbilical no para olvidar quién fui, sino para averiguar quién soy ahora. No para negar, sino para crear desde la aceptación. No para alejarme, sino para enraizarme a lo que me dio y me da vida, la posibilidad de crecer.
Mi cuerpo y mi humor me hablan. Reconozco y conozco estos lugares donde fui semilla, fue hermoso caer en aquel terreno fértil. Ahora necesito salir de ahí por pura naturaleza, no hay otra explicación más que la lógica natural de ver la luz tras el acogedor silencio de la oscuridad donde no hay estímulos invasivos. Tampoco hay más oxígeno.
Entiendo a mi cuerpo ambivalente, a mi humor alterado, a mi ciclotimia. La entiendo porque está peleando y cualquier decisión dolerá.
Ya no quiero estar en un lugar donde no pueda comunicar desde esta voz que se queda atrapada en la noche de mi garganta cuando el ambiente es hostil. Necesito seguir ese halo de luz que seduce a mi nariz con su perfume a libertad. Sé que los peligros no se ven por ese brillo que encandila. Sé que quiero asumir el riesgo por más que la memoria de mi cuerpo negocie con mi humor para quedarnos al resguardo de este mundo subterráneo donde algunos deseos ya se han cumplido.
Lo sé, pero soy este cuerpo ambivalente que cae, todavía, a veces, en la fértil penumbra donde germiné. Lo sé y este cuerpo me retiene al mismo tiempo que otro me atrae desde fuera a salir. Lo sé, esta ciclotimia que me habla es la antesala de una íntima conversación donde tomaré una decisión.