El límite marca una distancia necesaria entre el Yo Comunicante y los otros para que la comunicación sea saludable. Si no decimos no en tiempo y forma, ese límite sucede, por lo general, de forma no verbal y agresivamente: el límite con enojo (por ejemplo, un grito o ignorar), significa que llegó tarde; el límite a tiempo hace a su forma más funcional. Por eso, es un elemento necesario e indispensable del proceso de comunicación humana: donde algo termina, otra cosa empieza y marca los bordes del camino por donde se transita con fluidez y naturalidad.