El desayuno de cada día

Los lunes son para mí, no hay nadie más en el mundo capaz de soportar el extremo ardiente de mi bipolaridad. O acaso sí: la naturaleza diminuta y contenida de mi patio que me contiene en el presente de mi memoria herida buscando otro patio, el de mi casa.
—¡No es tu casa ya! Y apurate que quiero desayunar con vos —me dice el novio que tuve y que ahora es mi marido.
—Qué manera de interrumpirme vos, ¿eh?
—O de sorprenderte.
—Ok, te ganaste el punto —le digo y lo celebro.
Los lunes solo me gusta desayunar conmigo y en mi patio.
Los martes, un desayuno completo con el novio que es mi marido. Vamos con la imaginación a ese bar de la esquina del edificio donde nos conocimos. Hacen unas tostadas riquísimas.
Los miércoles son de la realidad y desayunamos a las apuradas los chicos y yo, tomamos algo caliente en el auto mientras tragamos sin masticar lo que manoteamos de la alacena.
Los jueves tengo un desayuno con mi cliente de siempre, el más antiguo de todos. Llevo con él más años que con mi marido. Siempre se ríe con eso y me hace algún chiste zonzo al que le respondo que nos llevamos bien porque nos vemos poco.
Los viernes desayuno con el materno y con la radio en el auto. Necesito el estómago liviano para que la sesión no me caiga pesada. Es duro el terapeuta. Los sábados desayunamos todos en la cama o en el sillón, da lo mismo. Es una pausa. La vida quizás es un sábado a la mañana.
Por eso, los domingos, desayuno con Dios. Tengo tantas preguntas y todas sin respuestas que los lunes otra vez, ardo en el infierno de mi bipolaridad.

Luisa Maria Ahumada

Escritora. Comunicadora. Profesora. Mamá. Obras publicadas: Ciclotimias (poesía). 400 Días, Relaciones en tiempos modernos (novela), Habla Conmigo (cuentos). Palabra de mamá, sin etiquetas que limiten (ensayo). Además, participa en diferentes antologías, revistas y otros medios de comunicación.

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