«Hay que darle tiempo», pienso. Luego cuando escribo
me pregunto sobre el sujeto de esa oración. Si es la vida,
el amor o la necesidad. Y cuando la corrijo digo:
a los procesos hay que darles tiempo. Y temo que la certeza
de las palabras se quiten a sí mismas la poesía y la polisemia.
Entonces hago silencio. Y dejo que pase el tiempo.