Mañana me sabré perdedora. Nadie más que yo podrá tener compasión hacia mí porque esta que perdí, es de esas batallas íntimas. Lo más importante sólo lo sabe uno mismo: es la áspera verdad astillando desde la garganta hasta el corazón.
Salí a correr. Es algo que hago cuando necesito sentir el dolor físico en una medida más o menos parecida al dolor mental, emocional o espiritual. Fue la primera vez que lloré casi todo el recorrido. Y después, cuando ya me creí más tranquila, empezó a llover.
Aunque me puse auriculares, me sentí llorar. Sin embargo, las lágrimas no me dejaban ver bien, el ruido era todo mío y no podía ni oler ni percibir a los perros cercanos que siempre son mis enemigos. El miedo se esconde cobarde de la tristeza.
Mañana me sabré perdedora. Y nadie lo notará, esta batalla era sólo mía. Me rehabilitaré. Lo sé porque estoy escribiendo esta declaración del fracaso en la que dejo fluir la angustia o cualquier otra emoción que pueda enmudecer mi corazón o mi razón. Mañana, sabiéndome perdedora, me rehabilitaré. Eso no será ni un triunfo ni la gloria. Será la vida sucediendo y yo… Yo contándomela.
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- 17/04/2023
- By Luisa Maria Ahumada
- Literatura