Ella mira la hora. Ya sabe lo que significa que sea esa al pasar por aquella calle. «Otra vez vamos a llegar tarde», piensa. Y se lo repite, repasando todo lo que hizo en esta nueva mañana para que eso cambiara. Y no funcionó. «Otra vez vamos a llegar tarde», insiste mentalmente. Sus hombres se desploman ante la frustración, presiona las mandíbulas y frunce el ceño. Se encoge. Así chiquita como la de antes: una niña solitaria que siente que todo lo que hizo, no alcanza. Un gorrión atraviesa el escenario urbano. «Es raro», piensa ahora y al pensarlo advierte que dejó de pensar que llegaría tarde. Una bandada de golondrinas la envuelve. La primavera se acerca. «Quiero que lleguemos temprano», decide. Y tras el vuelo de los pájaros, por ese camino, ve que ha llegado a tiempo.
