El señor en bicicleta que cruzo cada vez que busco a los chicos en el colegio, el río en el que mojo los pies, una amiga que se parece a la de antes, el almacenero que me fía ilusiones, el sol rayándome la cara. Son algunos de los pasajes imaginarios que me llevan a Cruz del Eje. Sólo tres palabras que abren un mundo simbólico propio. Esa cuenca del sol donde fui. Y soy.