Un músculo con fuerza
como la lengua
es perfecta con surcos,
como la tuya
que ya no me habla
que está tan pesada
con los escombros
de lo que se nos ha roto.
En el silencio, lloro,
para que el agua fluya,
arrastre la pesada monotonía
y restaure el aire del asombro
a tu lengua con surcos
que busca la mía
en un amor sin apuros.