No entiendo nada de este enero de fiaca bajo la llovizna.
Solía tirarme en la sombra para espiar de reojo al sol.
Dormía con la caricia de unas hojas intentando ser brisa
y soñaba con un futuro liviano y libre como esa siesta.
Ahora que no entiendo, pienso, esto sea quizás la forma
de sentirme otra vez esa niña en calma que deforma
la realidad a través de las palabras para vivir con paz
un mundo imaginario donde las relaciones no se enredan
y asfixian con sus vericuetos hostiles la raíz de un árbol
que deja pasar la luz una tarde cualquiera donde no llueve.
No entiendo y lo prefiero para descansar en lo imperfecto
de lo natural que sabrá explicarme con el discreto tiempo
lo que significa sanar un corazón roto por el desamor.