Un quiste milimétrico en mi pie me avisa que no puedo trotar más. Yo, que corro por desesperación, le pido permiso y sigo. El dolor, como el fuego cuando se lo alimenta, crece. El dolor físico es un límite que habla como las emociones no saben hacerlo. De todas formas, no escucho. Ya no resistas, me grita el cuerpo. Y la emoción que me atropella no me deja escucharlo. Me incendio. Estoy lista para salir a correr otra vez cuando me veo en el espejo y me encuentro.