A veces nos pasa eso, mi amor.
(Y si te digo mi amor sabés que aún hay chances, sino ni siquiera te nombro).
A veces nos pasa eso, mi amor: que cuando vos aterrizás, yo ya lo hice y estoy despegando de nuevo. No es tu culpa, mi amor. (Ya sé que la analista nos dijo que esa palabra tenemos que erradicarla de nuestro lenguaje).
Te juro que no es tu culpa. Ni mía, quizás. Es el momento, es el tiempo bajándome siempre los pantalones (porque sabés, mi amor, que no podría decir “levantándome la pollera”, nunca fueron para mí).
Es el tiempo. O este a destiempo tan mío (no es que se acabe ya, ni que no nos quede una oportunidad, es que siempre estoy dándome a la fuga).
A veces nos pasa eso, mi amor, que no volamos juntos.
A veces, nos pasa eso.