Las palabras se evaporan como agua liviana cuando la distancia que nos separa de ‘lo real’ es un vacío de amor. Un cordón umbilical nos enreda hasta la asfixia si no se corta. Un cordón umbilical nos duele hasta la orfandad si se corta mal. Un cordón umbilical nos alimenta hasta la eternidad si diferencia un yo de otro yo. Somos dos, aunque hayamos sido uno. Somos este lazo invisible que se llena de palabras cuando se explica con amor. Entonces las palabras llueven, se hacen río y fluimos hasta ese abrazo donde confluyen las corrientes. Un océano tan grande que jamás podrá evaporarse.