El dolor está ahí. En la cabeza, en la boca, en la espalda, en la panza cuando las mariposas colisionan, en las piernas que a pesar de todo eso, con todo eso, se esfuerzan por avanzar.
Y vos buscás una explicación hasta aturdirte, hasta callarte por un rato; ni siquiera durmiendo es posible porque te hablan los sueños (otra vez, el silencio y las palabras).
Duele. Ahí.
En los intentos, que es la única manera de tener un resultado, das con la raíz. Alguien, vos o cualquiera (o vos primero por estar frente a ese otro), toca el punto exacto del dolor.
Duele más.
Después se pasa por un rato.
Por un rato hay aire, hay flexibilidad, hay calma.
Hay en contraposición de lo que hubo.
Hay alivio porque hubo dolor.
Y en la intersección existo.
En esa esquina me detengo un momento.