Vos no tenías ganas de enamorarte, pero me invitaste a que me quedara a dormir. A mí no me importaba enamorarte, pero te dejé una notita cuando me fui. Fuimos dos reacios a enamorarnos, pero me quedé en tu cama y cada mañana te escribí. Quise leerte la novela cuando la terminé, pero vos me abollaste como a un papel. Vos te quedaste sin saber, y yo también.