Conversaciones afectivas

La afirmación de que todos somos agresivos y necesitamos operar un cambio cualitativo en nuestras vidas es la base para hacernos la pregunta: ¿en qué estoy siendo violenta? ¿en qué vínculo de mi vida, con palabras o con gestos, comunico violentamente?

Detectarlo es un primer paso.

Después, viene el trabajo. Entonces, ¿por qué muchas veces no nos hacemos esa pregunta? Porque es más fácil quedarse en la ignorancia, haciéndonos los tontos con una realidad que preferimos no ver para no trabajarla. Transformar o transformarse implica un trabajo.

Las palabras y los gestos pueden ser puertas o paredes. Es decir, podemos usarlas para marcar una diferencia, fija, con un límite. O puede ser un elemento con bisagras por donde entrar y salir las veces que haga falta.

Entonces, recapitulando.

Todos somos agresivos. Preguntarme, ¿en qué relación lo estoy soy yo? Abre la puerta para que las palabras y los gestos salgan a jugar.

Después, en el trabajo para neutralizar esa agresión, la herramienta es el lenguaje. ¿Cómo lo usamos para que nuestras conversaciones sean saludables?

Voy a dar tres pistas:

  • Pista 1: Olvidarse de la etiquetas propias y ajenas. Las etiquetas son las comparaciones, los juicios moralistas, los prejuicios de valor, las enunciaciones negativas. Si como emisores iniciamos una conversación desde ese lugar, ya estamos sentando las bases de una comunicación agresiva porque las etiquetas hacen del lenguaje una herramienta estática, rígida, no flexible como en realidad es.
  • Pista 2: Preguntarme qué siento en esa relación y qué necesito para que la conversación sea auténtica, empática y compasiva, contribuye a conversaciones efectivsa. ¿Qué límite vamos a encontrar acá? La vulnerabilidad. Nos da tanto miedo ser vulnerables que mostramos un Yo todo poderoso, un Yo que todo lo puede. Manifestar un sentimiento o una necesidad, nos hace vulnerables. Nadie dijo que es fácil, ¿sí?
  • Pista 3: Hacer pedidos claros, concisos, remarcando el beneficio y pegado a nuestras necesidades, sin juicios ni valoraciones. Caso contrario, más que un pedido o petición, será una exigencia ¿Y saben qué pasa en el otro frente a una exigencia? Reacciona de dos maneras: se somete o se rebela.

Estas tres pistas son ideas para una comunicación más saludable y están basadas en la comunicación no violenta de Marshall Rosenberg, un método que puede funcionarnos bien para tener conversaciones efectivas y afectivas. Dato importante: las conversaciones son la base de las relaciones. Y conversar significa convertir, transformar. Si hay una relación que queremos que cambie, cambiemos las conversaciones.  

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Luisa Maria Ahumada

Escritora. Comunicadora. Profesora. Mamá. Obras publicadas: Ciclotimias (poesía). 400 Días, Relaciones en tiempos modernos (novela), Habla Conmigo (cuentos). Palabra de mamá, sin etiquetas que limiten (ensayo). Además, participa en diferentes antologías, revistas y otros medios de comunicación.

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